Tantas tradiciones andinas se
han perdido en su originalidad pero a través de la transculturización siguen
vigentes. Una de ellas es el entierro de los queridos difuntos culminando con
un banquete a todos los asistentes. La honra así continua recordándolos a la
semana, al mes, al medio año y al año según decisión de sus descendientes.
Pasando por los grandes señores
y señoras hasta las personas de la masa popular del valle Chicama, eran enterradas
respetando tradiciones con la idea que ellos están viviendo aunque de manera
transformada desde el más allá. Para ellos no morían, seguían existiendo,
estaban ahí listos para aconsejarles y/o reprenderles.
Cuando falleció mamá quizá no
estábamos preparados para que en una semana ella llegue a ingresar a aquella
morada blanca. No obstante; nunca imaginamos que nuestra madre deba estar
ubicada en tal alta construcción. Llegamos a la Oficina de Rentas de la
Municipalidad, teníamos ya la idea de verla a una altura que la mayoría de la
familia pueda tocarla, pueda ofrendar flores, velas, renovar el pintado de su
lugar de reposo, etc. Nos chocamos con que no había ese lugar deseado. Sí, no
había otro pabellón mortuorio que cumpla las expectativas.
En la antigüedad era un orgullo
que los grandes señores y señoras del Perú autóctono estén sus tumbas ubicadas en
lo alto de los centros ceremoniales; pero existían rampas para llegar hasta
allí. La gente de clase baja solía tenerlas en suelos planos donde en lo
profundo descansaban sus ancestros. Una dualidad interesante. Hoy en día, por
ahorro de espacios, se usa la cremación aunque no en nuestra tierra local,
Cartavio.
¿Por qué es importante ser
enterrados en nuestra tierra o la tierra que nos vio trabajar? Porque llega a
ser tu Patria Chica, añoras a tus abuelos, padres que fueron criados aquí
aunque no hayan nacido aquí. Porque fue el lugar donde a pesar de haber tenido
problemas entendemos que dejas valiosos recuerdos de quienes te amaron a su
modo, de los que te guiaron para ser grande. En suma; porque los sientes vivos.
Así como exigimos respeto a
nuestros semejantes cuando vivimos, también debemos exigir respeto por los que
están pronto a morir y por nuestros difuntos recientes. Un cementerio es tan
necesario, como tener una casa donde poder vivir. Un cementerio es un lugar para
nuestros paisanos que viven descansando por “allá”, es un reposo envidiado por
muchos que sufrimos mientras vivimos “aquí”.
Al mes del entierro de la mamá,
vi que sacaban unos antiguos cuerpos bajo tierra para trasladarlos a otros
nichos vacíos. Se iba a construir un nuevo pabellón de nichos. También he visto
el caso de un difunto que siendo conocido más en Cartavio fue llevado a Santiago
de Cao para enterrarlo. Consideré que era por el hecho de que los escasos nichos
disponibles se encontraban muy altos. En estos momentos siendo ya enero de
2018, el cementerio que data de 1930, está llegando al punto del hacinamiento.
Ya no hay casi espacio. Pronto necesitaremos otro lugar de entierro a los
futuros cuerpos. Nuestras autoridades políticas, deben entender que los ciudadanos
merecemos poseer de antemano un lugar para el descanso definitivo del cuerpo
físico, de lo contrario se faltaría el respeto a nuestros ancestros y a aquellos
que dejaremos esta tierra en algún momento.
Con este escrito no pretendo
hacer la vida imposible a mis autoridades, solo quiero que sean empáticos y
regresen al pensar de la honra que nuestros antepasados moches y chimúes tenían
por sus difuntos.
La toma fotográfica se hizo a una altura de 1.75 cm aproximadamente. Imaginen los únicos nichos que habían y hay hasta ahora en ese único pabellón |
Foto: Miguel Núñez B.