domingo, 24 de enero de 2016

El pretexto de un encuentro




El verano llegó, el calor del hemisferio sur hace que este mes de enero no pueda estar trabajando cómodamente. Sé que desde casi dos horas antes de las 12 md hasta las 4 pm los rayos solares son extremadamente insoportables. Pero ¿qué tal si durante ese tramo de tiempo ves a alguien que no le importe el calor y que sin embargo entabla un diálogo que hace del tiempo meteorológico un otoño suave con un paisaje agradablemente vistoso?

Estaba mi organismo bien vivaz navegando en las aguas celestes de una gran cavidad de casi 20 metros de largo. El aire puro pasaba cual brisa que pretendía secar la humedad de la piel. Miraba aquí y allá; entonces observé a un grupo de doncellas dialogando en base de tiernas sonrisas mirándose entre sí. Noté que no acostumbraban a lanzarse por los aires, a empujarse, aunque la zona lo ameritaba; sólo siguieron haciendo lo que mis ojos presenciaban.

Bajo el cielo limpio y esas sombras de los árboles que se nos proyectaban inició un diálogo con la doncella del contacto visual, aquella que no quitaba los ojos y de la que no podía dejar de concentrarme.

- ¿No sabes nadar?
- No. sólo estoy aquí pasándola bien.
- ¿Eres de aquí?
- Sí. He venido con las amigas.
- Pero debes intentar con práctica. ¡Anímate!
- No. Me ahogaré, me da miedo.
- No temas. Estás casi en la parte menos baja. Es fácil.
- Pero si me ahogo, ya no habrá Marina, no hay otra como yo. -sonrió-

Las otras damas, exclamaron "¡Nosotras tampoco sabemos nadar!". Otro, un vecinito de ella, se acerca y dice: "A ella le falta".
El diálogo continúa. pedí que pusiera sus manos en el filo del contorno de ese gran recipiente rectangular y así sostenga su cuerpo de manera horizontal para flotar su delgado y frágil cuerpo. Ella accedió, pataleó, pero doblaba en exceso sus extremidades inferiores, yo corregía entre otras posturas.  Es en esos precisos instantes es que me motiva acercarme más a ella, muy juntos...

- ¿Me permite?
- ¡Claro!

Llevé mis manos a su vientre por entre las aguas; levanté su suave y plano abdomen, puse firme su cuerpo tratándola así como cuando se acaricia a una vicuñita y ella sin oponerse accedía como avecilla que intenta bajar del árbol lista para el vuelo. Posteriormente hubo alguna forma más de mantener el recuerdo. Caminamos por ese suelo de mayólicas claras con nuestros cuellos y cabeza al aire, liberando esa parte de nuestros cuerpos de la misma agua. Sus amigas preguntaban a dónde iba, ella mientras tanto les expuso que iba al otro lado del gran recipiente en el que nos mojábamos. Ellas sonrieron, quedando una sorprendida. No había nada de malo si todo seguía su curso estando en un lugar apacible, seguro y confortable.

Llegando el momento de  culminar con el trato, Marina terminó diciendo:

- Sé nadar algo.

Es entonces que la vi mover brazos y piernas, sola hasta el centro de todo el espacio acuático. ¿Me sentí engañado? Pues digo que ella buscó un trato y fue agradable verla, ver que usó un buen pretexto para compartir el acercamiento y hacer de mi vida merecedora de escribir un bello texto.

Fuente

  • Vivencias.
  • Foto referencial.