lunes, 23 de septiembre de 2013

Retrato de María Fernanda

Por Miguel Núñez Bartolo

María Fernanda era de las “nuevas” en el salón de tercer grado. La recuerdo en mi curso de Geografía, sentada al lado izquierdo del aula. Era el año 2007 y también me veo a mí mismo, intentando aprehender los gestos de mis alumnos, de entenderme con ellos para hacer menos tediosa la hora de dictado.

Me sorprendió entonces. No sólo era una chica entusiasta y alegre –de las que conversan mucho- o de las que nunca olvidan su material de trabajo –aún la veo sentada, con sus colores de siempre-, sino también muy inteligente. Gustaba participar respondiendo o preguntando más de una vez, y no siempre me era fácil satisfacer su curiosidad. A veces, luego de sortearle alguna pregunta, difícil, sonreía y pensaba: “¡Mejor que ella haga su clase!” Sus amigos, según sé, tenían la misma impresión. La querían mucho.

El cariño entre camaradas del colegio suele guardarse hasta mucho tiempo después como una joya valiosa, como algo incalculable. Porque, realmente lo es. De ello me di cuenta el año 2008, eran las vacaciones de julio y no recuerdo qué celebrábamos, pero María Fernanda parecía la agasajada –quien estuvo entonces y lea esto no me dejará mentir. Luego de la cena, nos tomamos fotos en el parque infantil, paseamos por las calles, por la plazuela 24 de Junio y fuimos luego a jugar fulbito de mesa. Mientras unos jugaban, María Fernanda junto con sus amigas, Maricarmen y Laura posaban para nuevas fotos. Reían. María Fernanda reía. Nunca imaginé que tanta jovialidad podría ser tan frágil y tan pasajera. No lo supe sino tiempo después.

Pronto se hizo tarde y todos regresamos. Con otros alumnos, acompañé a María Fernanda hasta su casa. La puerta se abrió y no advertí cuándo se cerró tras ella. Fue la última vez que la vi. Sólo quedó la noche.

Fuente: Revista “Signos”. Taller de Periodismo de la I.E. Benjamin Franklin-Cartavio. Año 2. Sección Despedida. Cuarta edición. Pág. 12. Diciembre de 2008.